Realidad II

Entonces, te das cuenta que todo acabó y que no hay más que hacer, que no hay más que quieras hacer. Finalmente, decides dejar de pensar en el hubiera y continúas tu vida, que no importa cómo, siempre tiene sorpresas maravillosas si no te aferras a un lugar al que sólo la costumbre disfrazada de amor te intenta atar. Por supuesto, hablar en retrospectiva es más fácil, pero el dolor de haber escrito lo siguiente ahora sólo es un lindo sentimiento de nostalgia. Además, estoy convencido que un día escribiré algo similar sólo una última vez.

Realidad II

El carmín del ocaso pintando el cielo con intrincadas trazas,
los pequeños jugando con las mariposas blancas,
el agua grita al tropezar con las más fieles rocas del río,
el alegre cantar entre el mar de concreto de un libre estornino,
las horas yendo de un lado a otro al compás de mis pasos,
sinfonías interminables aligeran la espera de amores tardíos.

Y llegas por fin, y me miras, y me escuchas, y me tomas…

Mi corazón se rompe y mis ojos lloran, mis manos tiemblan
y los astros se apagan pues la espera no termina;
la noche llega, las aves duermen y el río se seca.
No arribas, ni te encuentro, ni me buscas, ni me amas;
ni amamos, ni las ilusiones claman por el encuentro que entrena,
cuya lucha pasa, y la victoria cesa, y la demora se vuelve eterna
.

Julio César

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Aquella lluviosa tarde

Una ciudad casi vacía debido a la lluvia, una tarde de pizza y chocolate, un intento fallido de ser amigo de un amor pasado. El dolor inmenso de estar físicamente cerca de alguien pero tan lejos emocionalmente. Eso es este poema, la impotencia de no poder tomar del brazo a tu amada y girarla para decirle ¡No te vayas!

Al final, seis años después y la vida misma terminaron curando todo, los amores si se pueden volver amistades; y los dolores, grandes recuerdos.

Aquella lluviosa tarde

Aquella lluviosa tarde temí perderte para siempre,
temí no volver a escuchar a tu boca decirme te amo,
temí no ser más el hombre perfecto para ti,
temí no volver a tomarte de la cintura, besarte y decirte al oído cuánto me importas
.

Fue aquella lluviosa tarde bajo tu paraguas que temí que la vida me arrebatara tu compañía, tus carcajadas extrañas y sonrisas sinceras; la mezcla de ternura, gracia e inmadurez de la que me enamoré bajo el marco de una lejana puerta escolar.

Aquella lluviosa tarde fue, en la que me despedí con el corazón agitado, gritándome y exigiéndome que no te dejara ir, te aprisionara del brazo y te besara hasta que ya no fuera una lluviosa tarde.

Julio César

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