Entonces, te das cuenta que todo acabó y que no hay más que hacer, que no hay más que quieras hacer. Finalmente, decides dejar de pensar en el hubiera y continúas tu vida, que no importa cómo, siempre tiene sorpresas maravillosas si no te aferras a un lugar al que sólo la costumbre disfrazada de amor te intenta atar. Por supuesto, hablar en retrospectiva es más fácil, pero el dolor de haber escrito lo siguiente ahora sólo es un lindo sentimiento de nostalgia. Además, estoy convencido que un día escribiré algo similar sólo una última vez.
Realidad II
El carmín del ocaso pintando el cielo con intrincadas trazas,
los pequeños jugando con las mariposas blancas,
el agua grita al tropezar con las más fieles rocas del río,
el alegre cantar entre el mar de concreto de un libre estornino,
las horas yendo de un lado a otro al compás de mis pasos,
sinfonías interminables aligeran la espera de amores tardíos.
Y llegas por fin, y me miras, y me escuchas, y me tomas…
Mi corazón se rompe y mis ojos lloran, mis manos tiemblan
y los astros se apagan pues la espera no termina;
la noche llega, las aves duermen y el río se seca.
No arribas, ni te encuentro, ni me buscas, ni me amas;
ni amamos, ni las ilusiones claman por el encuentro que entrena,
cuya lucha pasa, y la victoria cesa, y la demora se vuelve eterna.
Julio César

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