Cerca al ocaso, caminando de la mano, una pequeña ciudad y su laguna siendo testigos de aquel par. Aquellos conociéndose, riéndose de las casualidades. Con la cara roja y una mano temblorosa sujetando una pequeña hoja de papel, pidiéndole a ella un minuto para su recital. Fue este el simple protocolo para hacerle saber cuánto quería quererla, tal vez de la única forma en la que él sabía expresarlo.
Laguna
No pienso, no existo. Luego te veo y mis ojos brillan,
y las noches frías se vuelven tibias, y caigo en la cuenta de que los años
pasaban y nadie venía.
De pronto un día conmigo a solas, se apagan las luces y con humedad en la frente me pides inesperadamente una salida.
Pasa un minuto y no despierto, mi piel tiembla, una arritmia de mi se apodera. Mi mundo cambia, el yo termina.
Somos nosotros, un par que no conoce lo que se avecina; pero no importa, nada importa si me miras y me besas y de la mano me tomas; y los nervios me colman, si vivimos ahora lo que aguardó mil vistas y cero palabras.
Te quiero, y con un contexto nuevo; no pienso, no existo, mis ojos brillan y las noches frías se volvieron tibias.
Julio César

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